Es polígloto y le gusta la música.
Jamás se ha visto un lobo blanco que mida menos de treinta centímetros ni más de tres
metros cincuenta.
Se recomienda abstenerse de ofrecer ajo al lobo blanco, pues de lo contrario podría tomarse
a sí mismo por un lobo de una familia por completo diferente.
Poco exigente en general en cuanto a su régimen alimenticio, el lobo blanco tiene la
particularidad de aborrecer sin límites los pepinos.
Si se le hacen cosquillas, se ríe de todo corazón. Por lo que toca a otras caricias, ver el
manual de las Ositas, capítulo «Lobo». ( Ese manual debió ser escrito, pero el lector perdonará que el Lobo lo guarde solamente en su memoria).
Este género de lobo es capaz de las peores locuras, que son en general las más hermosas.
Si usted tiene la intención de brillar en un cóctel pronunciando frases tales como: «¿Y si
tomáramos el transiberiano esta noche?», será bueno que prepare por adelantado su valija,
pues en ese tren no venden ni dentífrico ni slips.
Sólo de día hay que contarle historias de terror, a menos que usted desee tener pesadillas
por la noche.
Tiene el brazo muy largo, lo que presenta ciertas ventajas prácticas en algunas
circunstancias, y muy agradables en otras.
Cualquiera que sea el año de su nacimiento, tiene la imaginación, la vivacidad y la
perversidad de la infancia bien anclada en el fondo de la mirada. Para vivir con un Lobo, es
preciso comprender que todos los relojes son alcauciles renovables.
En general da pruebas de un cierto genio para la cocina, aunque le puede ocurrir pecar por
exceso de imaginación. Si usted sabe que tiene la intención de preparar una tarta de
manzanas, por ejemplo, es más prudente esconder los frascos que contienen paprika,
albahaca, coriandro y tomillo.
Advertencia a quienes temen la embriaguez: No hay que respirar demasiado profundamente
a su lado.
Contrariamente a los lugares comunes, el Lobo tiene la piel más sedosa que los recién
nacidos, con la ventaja adicional de no oler a leche.
Contrariamente a la mayoría de los animales de la especie, el Lobo blanco presenta una
brecha en sus defensas inmunológicas, por la cual pasa el mundo. Acepte asumir una parte
de ese peso, sin lo cual la brecha podría convertirse en llaga maligna. (Si en su alma existe
el mismo tipo de fisura, no tenga miedo, eso no multiplicará sus preocupaciones, muy al
contrario).
Se lo ve con frecuencia en compañía de un dragón.
Cuando un Lobo se despierta de buen humor, ya sea a las cinco de la mañana o a las tres de
la tarde, tiende infaliblemente a compartir su entusiasmo con aquellos (o más bien con
aquella) que lo rodean: Atención, dormilones gruñones que se toman su tiempo para salir
de las brumas matinales.
Se ha comprobado ya en el Lobo una tendencia a bailar en los bosques, sobre todo
cuando hay estrellas.
Protéjale los pies cuando duerme; tal vez le regalará un sueño, o cantará música de
Schubert desde el fondo de su sueño.
En caso necesario, trátelo amablemente de machista, y poco a poco dejará de serlo.